La muerte es un acontecimiento que forma parte de la vida de todos los seres humanos y a la que, tarde o temprano, vamos a estar expuestos. Si ya es complejo gestionar la muerte desde el punto de vista de un adulto, esto se complica mucho más cuando hablamos de los más pequeños de la casa. La mayoría de veces se cree que al no decírselo les protegemos ya que les ahorramos el sufrimiento, pero sin ir más lejos les estamos alejando de una situación fundamental e imposible de evitar. Al intentar proteger a los niños, estamos evitando que vean la muerte como un proceso natural, esto podría deberse a la forma que tienen nuestra cultura a la hora de tratar la muerte y tratarla como un tabú.
Entre los factores más comunes para no hablar de la muerte con los más pequeños encontramos el ejemplo de “ El niño no entiende lo que está viviendo ”, tendemos a pensar que cuanto más pequeño se es, menos se comprende de los aspectos que rodean la muerte. Pero la realidad es muy distinta ya que los niños se enteran de todo y suelen estar muy atentos, una adecuada explicación puede ayudarles a la hora de enfrentarse a esta situación.
Otra de las creencias que se tienen para decidir no compartir esta situación con los niños suele ser que “ Los funerales y tanatorios pueden traumatizar al niño ”, realmente si un niño acude a un rito de despedida puede ayudarle tanto a sentirse parte de la familia como a hacer real la pérdida. Es importante explicar a los niños todo el proceso y que sea el adulto el encargado de guiarle y acompañarle para poder responder a sus necesidades.
Entonces, ¿Qué debemos tener en cuenta a la hora de comunicar el fallecimiento de algún conocido o familiar a los niños?
Lo primero que debemos tener en cuenta es que sea alguien cercano al niño el que transmita la noticia , lo ideal sería que fueran los padres o algún miembro cercano de la familia con la que el niño se sienta cómodo para expresarse emocionalmente. Esta noticia debe darse lo antes posible, a ser posible, en un lugar íntimo que permita al niño expresarse con total libertad, preguntar lo que necesite y expresarse emocionalmente. La información que se le proporciona al niño tiene que ser dada de forma gradual, aclarando todas las posibles dudas que le puedan surgir al niño y aclarando los aspectos fundamentales de la muerte, como los ritos y los homenajes que se dan en esta situación o por ejemplo especificar que la persona que se ha ido siempre va a ser recordado y que nunca nadie le va a reemplazar.
Debemos recordar que tras el fallecimiento de un ser querido, tanto los adultos como los niños pasamos por un proceso de duelo hasta que hemos podido elaborar esa muerte y seguir adelante. Es importante ver el duelo como un proceso que necesita su tiempo y que es totalmente normal. A través de este proceso se acepta la realidad de la muerte, se trabajan las emociones asociadas a esta situación, se aprende a vivir en un mundo sin ese ser querido y por último, nos ayuda a recolocar al fallecido en nuestra vida y seguir adelante. Para poder elaborar el duelo de la mejor forma posible, es esencial tener en cuenta la etapa evolutiva en la que se encuentre el niño . A continuación, vamos a ver cómo actuar dependiendo de la etapa evolutiva:
- Primera infancia (de 0 a 2 años) : a esta edad no existe el concepto de muerte como tal, pero se percibe la ausencia de la persona siempre que esta sea importante en la vida del bebé. Lo más habitual es que aparezcan irritabilidad, problemas con la alimentación o alteraciones del sueño. Y ¿cómo podemos ayudarles? Es muy importante que mantengamos las rutinas del bebé de la misma forma, garantizando su cuidado y hablándole de lo que sentimos, aunque no nos entienda.
- Preescolares (de 3 a 6 años) : en este periodo se tiende a creer que la muerte no es algo definitivo, como un sueño muy profundo o un viaje. Es normal que sientan confusión sobre todo con el concepto de la muerte, ya que toman las explicaciones de los adultos de forma literal, es común que encontremos ansiedad por separación y miedos relacionados con pérdidas. En esta etapa les podemos ayudar especialmente respondiendo a sus preguntas de forma honesta y evitando metáforas que compliquen el concepto. Se pueden utilizar recursos como cuentos o películas y se les puede empezar a hablar de la muerte, aunque aun no haya sucedido. Además podemos ayudarles a recolocar al fallecido con actividades para recordarle.
- Edad escolar (de 6 a 10 años): a partir de aquí, los niños empiezan a comprender la irreversibilidad de la muerte, aunque es normal que encontremos oscilaciones en la comprensión como los aspectos más concretos. Es habitual que aparezcan negación de la situación y que el niño actúe como si no hubiera pasado. Además se pueden encontrar problemas de concentración y una bajada del rendimiento escolar. ¿Cómo les podemos ayudar? Nuevamente debemos informar correctamente al niño y evitar ocultar información o mentirle. Se debe garantizar una vuelta a la rutina previa y respetar sus reacciones de duelo, de esta forma legitimaremos sus emociones y le mostraremos las nuestras.
- Preadolescencia y adolescencia (de 10 a 16 años): a partir de este periodo ya comprenden la muerte en todas las dimensiones, y lo más normal es que muestren dificultades para asumir la realidad. En esta etapa encontraremos sentimientos de tristeza y de desesperación tras la pérdida, y en general, reacciones del menor similares a las del adulto.
Es importante recordar que debemos acompañar a los pequeños de la casa a lo largo de todo el proceso de duelo, pudiendo aclarar aquellos aspectos que no comprendan y acompañándolos emocionalmente para que puedan expresarse libremente.
