El mundo emocional de los niños con altas capacidades
Comprensión y gestión de la complejidad emocional de los niños altas capacidades
Según la OMS, se consideran altas capacidades cuando un cociente intelectual es igual o superior a 130. Ahora los especialistas prefieren referirse a estas personas como aquellos con unas formas y capacidad de aprendizaje diferentes y superiores a las de sus semejantes.
Pero no solo su manera de aprender es distinta, sino que también lo es su forma de ver el mundo; sus pensamientos y emociones son más complejos, profundos e intensos. Para facilitar la labor de los padres de niños con altas capacidades, que muchas veces no saben cómo manejar semejante torbellino emocional, es preciso conocer algunos de los factores que caracterizan el rico universo interior de sus hijos:
- La hipersensibilidad a las críticas de quien les rodea, algo que les hace vulnerables. Les gusta compartir sus conocimientos y les ofende profundamente que los demás no lo valoren o lo interpreten como soberbia.
- La inseguridad, que se da de manera habitual por el miedo a no cumplir con las expectativas que los demás depositan sobre ellos.
- Sienten verdadera pasión por aprender, y ese es su motor de crecimiento y su motivación de realización personal.
- A menudo sufren altos niveles de estrés y frustración. La autoexigencia, y el carecer de una forma de aprovechar sus capacidades en medio de un sistema que no lo facilita, pueden llevarles a ver el mundo como frustrante y poco gratificante. Además, al estar acostumbrados a realizar lo que se proponen sin dificultad, no han experimentado la relación entre esfuerzo y resultado, por lo que las tareas demasiado complicadas pueden convertirse en una fuente de estrés.
- Al contrario de lo que se suele creer, desean ser aceptados socialmente. Tienen buena capacidad de liderazgo y de empatía. Sin embargo, es común que se sientan rechazados o incomprendidos por los demás, y suelen encontrarse cómodos en compañía de niños de mayor edad o adultos, con quien comparten intereses, un lenguaje más elaborado, conversaciones enriquecedoras…
- Tienen un agudo sentido moral y de conciencia social, por lo que realmente sufren con las injusticias y se preocupan por lo que ocurre en la sociedad. Con frecuencia se involucran demasiado en los problemas de los demás, llegando a permitir que les afecte.
- Suelen mostrar resistencia a obedecer si no entienden por qué se les piden las cosas. Necesitan razones y argumentos para cumplir las normas.
- En el aula pueden darse conductas problemáticas. La falta de motivación o el aburrimiento les incita a llamar la atención. En la adolescencia también puede tratarse de una forma de buscar el reconocimiento de sus compañeros.
¿Cómo podemos ayudar a nuestros niños a canalizar y controlar todo esto?
Aquí os damos algunas pautas para guiarles hacia la autocomprensión y la autorregulación. Los objetivos que se persiguen son, en definitiva, que descubran su potencial, mejorar su autoestima y favorecer su adaptación social.
- Es muy importante que se les dé, y que se den, permiso para equivocarse. Los padres deben reconocer su esfuerzo incluso cuando no se obtienen los resultados deseados.
- La autoridad parental debe ejercerse de forma participativa, a menudo estableciendo acuerdos y razonando de manera clara y comprensible. Recordemos que no cumplirán las normas ni los castigos si no entienden por qué les han sido impuestos.
- Es bueno que se les conceda a los niños autonomía y libertad de forma gradual según el uso que haga de ellas, teniendo también en cuenta su edad y madurez. Que perciban que se valoran sus capacidades y que se les exigirá en función de las mismas.
- Es vital que comprendan la importancia de manifestar las emociones para poder aprender a aceptarlas y gestionarlas.
- Ayudarles a descubrir sus intereses, proporcionarles la oportunidad de que los satisfagan y animarles a que los amplíen y vivan nuevas experiencias
- Ante los retos complicados, mostrarles la efectividad de dividirlos en objetivos más pequeños, controlando el tiempo y esfuerzo para realizarlos.
- Buscar actividades extraescolares orientadas a niños con altas capacidades, para que experimenten la sensación de pertenencia a un grupo de semejantes en el que se sentirán identificados y comprendidos.
- Trabajar las habilidades sociales. En concreto, aprender a valorar y aceptar las diferencias, los distintos estilos de juego o intereses. Así sabrán disfrutar de los momentos compartidos con otros niños, aunque su madurez o inteligencia no sean similares.