8 claves para conseguir acabar con las rabietas de nuestros hijos
Pautas que harán que podamos gestionar estos momentos de explosión emocional a los que nuestros hijos se enfrentan y no saben gestionar aún
Pongámonos en la situación de que vas por la calle y, al pasar por delante de la pastelería, tu hija te pide que le compres un bollo. Ante tu negativa, ella se tira al suelo y se pone a gritar y a llorar. O que estás cenando en un restaurante con tus amigos y tu hijo y, al decirle que no puede salir solo a la calle a jugar, él monta en cólera.
Todos los padres han vivido situaciones similares y, debido a esto, desde ANPSA, queremos dar algunas estrategias generales para poder manejar las famosas rabietas.
Antes que nada, aclarar que las rabietas son una fase normal del desarrollo de los niños. Suelen aparecer entre los 18 meses y los 3 años; aunque depende mucho de cada niño y pueden alargarse durante varios años si no se gestionan bien. Durante esta fase los niños comienzan a desarrollar su autonomía y a experimentar sus propios deseos . Muchas veces estos deseos son contrarios a los de sus padres y la rabieta es la forma que tienen de expresarse y tratar de lograr lo que quieren. También es una manera de regular sus emociones (sobre todo la frustración y el enfado), ya que todavía tienen que aprender a hacerlo de una forma socialmente aceptable.
Como las rabietas son una parte normal del desarrollo de los niños, desde ANPSA nos gustaría recomendar una serie de pautas a seguir cuando éstas aparezcan. Siguiendo estos pasos superarlas será más fácil y tenderán a desaparecer con el tiempo.
1. Prevenir
La rabieta mejor gestionada es la que no se llega a producir , para ello podemos:
– Evitar lugares y situaciones donde se suelen dar. Sí siempre que pasamos delante de una tienda de juguetes tiene lugar, podemos cambiar nuestro recorrido.
– Fijarnos en las señales que las preceden . Puede que sea el tono de voz o que adopte una postura que indica que está enfadado; si prevemos que la rabieta va a suceder podemos distraer al niño para que no ocurra.
2. Dar a elegir (cuando se pueda)
Hay que distinguir entre:
-Situaciones negociables : por ejemplo, si quieren de postre pera o plátano. Si hay alguna opción que queremos evitar es útil realizar preguntas cerradas “¿quieres ponerte la camiseta amarilla o la azul?” en vez de preguntas abiertas “¿qué te quieres poner para ir al cole?” “quiero ponerme el disfraz de dinosaurio”. Hay que aprovechar estas situaciones. Si dejamos que elijan por sí mismos estamos permitiendo que desarrollen sus gustos y su autonomía, al mismo tiempo que aprenden que tenemos en cuenta su opinión.
-Situaciones no negociables : hay ocasiones en las que no podemos dejar elegir al niño, muchas veces son situaciones relacionadas con su seguridad o su salud. Si no podemos ceder y, a pesar de tratar de evitarlo, comienza la rabieta, seguiremos con los siguientes pasos.
3. Mantener la calma
A pesar de lo difícil que puede resultar en algunas ocasiones es muy importante no perder los nervios. No podemos enseñar a nuestros hijos a no comportarse con ira si nuestro comportamiento les dice lo contrario. Una vez iniciada la rabieta no es buen momento para razonar con ellos, en ese momento no van a poder escuchar y asimilar lo que les digas. Lo mejor que podemos hacer es respirar hondo, ponernos a su altura y, mirándolos a los ojos, decirles que hablaremos todo cuando se calmen .
Es posible que la rabieta se dé en un lugar en el que no podemos permitir ese comportamiento (como un restaurante o una tienda). En esos casos sacaremos al niño del lugar y permanecemos con él fuera hasta que se calme, vigilando que no corra peligro.
4. Ignorar
Los niños pequeños, debido a su corta experiencia, tiene estrategias limitadas para lograr sus objetivos, de ahí que utilicen las rabietas. Uno de los objetivos más frecuentes es captar la atención de los padres, si no la obtienen, la rabieta pierde su utilidad y acabarán por dejar de tenerlas. Si estamos en casa podemos cambiar de habitación, en la calle simplemente nos mantendremos cerca para que no les ocurra nada, pero sin prestarle atención.
5. No ceder
Muchas veces el objetivo consiste en conseguir algo que desean en ese momento (un juguete, ir al parque, un dulce…). Hay que considerar si se les puede dar lo que piden ANTES de que dé comienzo la rabieta, y, si es así, ofrecérselo. Si no puede ser y comienza la rabieta no debemos ceder ante ésta, ya que el niño aprende que con ese comportamiento consigue lo que quiere.
Al ser un comportamiento tan molesto muchas veces estamos dispuestos a acabar con él como sea. A corto plazo , ceder ante las demandas de nuestro pequeño hará que acabe el malestar, él deja de llorar y patalear y nosotros de aguantar sus gritos y verle sufrir; pero, a largo plazo lo que conseguimos es mantener la conducta del niño, ya que ha aprendido que con ella consigue lo que desea. Para colmo, si cedemos algunas veces y otras veces no será más difícil que deje de tener estos estallidos, por lo que es importante ser firme en este punto.
Un motivo muy habitual por el que los padres suelen ceder ante sus hijos es la vergüenza que producen en ellos estas situaciones. Tenemos que entender que el comportamiento de nuestro hijo es normal, no hay nada de qué avergonzarse, además, si conseguimos mantenernos firmes y superar la vergüenza en muy poco tiempo no tendremos que pasar por situaciones similares.
6. Fomentar otras conductas alternativas
La mejor manera de que nuestros hijos dejen de tener rabietas es que aprendan otros comportamientos socialmente aceptables. Para que esto sea posible lo mejor que podemos hacer son dos cosas:
-Resolver nuestros conflictos hablando, sin emplear los gritos ni la violencia. Nuestros hijos aprenden observando cómo actuamos nosotros, si damos un buen ejemplo nos imitarán.
-“ Premiar ” cuando gestionen sus enfados de manera adecuada. Esto no quiere decir que les tengamos que comprar cosas. Sonreír, acariciar, besar, etc. a nuestros hijos, decirles “me encanta cuando me pides las cosas bien” ya son “premios”. De hecho, nuestra atención puede ser el mejor premio para ellos.
7. No utilizar azotes , cachetes ni similares
Es importante entender que no todo vale para educar a nuestros hijos. Si utilizamos métodos violentos aprenderán que esta forma de comportarse está bien y, además de seguir teniendo rabietas, aparecerán más conductas disruptivas. Son mucho más efectivas las estrategias que hemos visto hasta este momento.
8. Dar las mismas pautas a las personas que cuiden de nuestro hijo
Es muy importante pedir a nuestros familiares y otras personas que suelan hacerse cargo de nuestro pequeño sigan estas pautas. De esta manera el niño no se sentirá confuso porque su comportamiento vaya seguido de diferentes consecuencias cada vez.
Estas pautas son una serie de recomendaciones generales que, en casos más graves, no es recomendable aplicar sin la opinión de un profesional. Si deseas ayuda para superar una situación similar u otros problemas de comportamiento de tus hijos/as, puedes ponerte en contacto con el equipo de ANPSA en el 918 26 17 84 o mandando un Whatsapp al 627 98 31 23.