Estamos rodeados de marketing que nos dice que debemos ser permanentemente felices, estar siempre contentos. Se cuelgan en las redes unas vidas llenas de actividades, plenamente satisfactorias y hasta cierto punto idílicas.
Parece que sentir emociones negativas no vende, no está de moda y no es sano.
La tristeza, la ira, el miedo cumplen su función y no debemos menospreciarlas ni renunciara ellas. A lo largo de una vida siempre va a haber momentos difíciles y aunque no lo deseemos, tendremos que enfrentarnos a acontecimientos desagradables.
Sobreproteger a nuestros hijos, no permitirles equivocarse y transmitirles que van a tener siempre su vida bajo control supone que no tengan un correcto desarrollo emocional. Hay cosas que se escapan a nuestro control. De nuestras bases dependerá el cómo las afrontemos y cómo gestionemos las emociones que nos provoquen.
Cuando un acontecimiento adverso llega a nuestras vidas es importante que sepamos volver a regularnos tras el shock inicial. Debemos identificar la emoción que estamos sintiendo, notar lo que nos pasa, darle un sentido a los que nos ocurre, aceptarlo y comprometernos a continuar. La autorregulación es fundamental para restablecer un equilibrio mental.
El tenista Rafa Nadal es un ejemplo de óptima gestión emocional en situaciones de adversidad reversibles. Restablecer ese equilibrio mental en otras situaciones no reversibles como pueda ser la pérdida de un ser querido, una enfermedad crónica o una minusvalía sobrevenida también es prioritario. Hay que aprender a convivir con la situación e integrarla en nuestra historia de vida.
Tras un revés en la vida, inicialmente nos asaltarán las dudas, las inquietudes, la inseguridad, probablemente también el miedo e incluso la culpa.
Martín Seligman creador de la llamada Psicología Positiva habla de siete fortalezas básicas que nos ayudarán a gestionar las dificultades:
1. CREATIVIDAD
2. VALENTÍA
3. PERSISTENCIA
4. AUTOCONTROL
5. PERSPECTIVA
6. PRUDENCIA
7. HUMILDAD
No son las dificultades en sí mismas las que determinan los resultados, si no que los resultados están determinados por la gestión que hacemos de esas dificultades. Es importante cultivar esas fortalezas para poder usarlas cuando sea necesario.
Una dificultad puede ser en muchas ocasiones una oportunidad de cambio, de conocimiento personal y en consecuencia, de redirigir nuestra vida hacia aquello que nos haga felices.
Al contrario de lo que muchas personas puedan creer, hay numerosos estudios que demuestran que las personas con enfermedades crónicas perciben más calidad de vida que las personas que no padecen ninguna enfermedad. Se perciben más felices porque no las define su enfermedad sino su personalidad.
Querer una vida perfecta nos hará probablemente infelices. Tener las herramientas adecuadas para gestionar las situaciones difíciles nos permitirá tener una vida maravillosamente imperfecta.
¡Disfruta la tuya!