Parentalidad positiva

Parentalidad positiva

¿Cuál es la diferencia entre una norma y un límite? ¿Por qué son necesarias?

Las normas son el conjunto de ordenanzas que regulan la vida cotidiana y el comportamiento que hay que seguir en un grupo social determinado. Mientras que los límites, son los extremos o puntos que ponemos en la acción o comportamiento del niño, consigo mismo, con los demás, con los espacios, con los objetos o con los distintos materiales con los que interactúa para dejar claro que no puede rebasarlos. El conocido “hasta aquí”.

Estas normas y límites son importantes porque sirven para:

  • Aprender hábitos y conductas adecuadas a la edad.
  • Desarrollar autonomía y seguridad en sí mismos.
  • Sentir que es guiado en su crecimiento personal.
  • Desarrollar sentimientos de pertenencia a la organización familiar, escolar y social.
  • Desarrollar autocontrol y autorregulación.

En ocasiones encontramos que, a la hora de la verdad, poner normas y límites resulta difícil, aunque sepamos que habría que hacerlo. Hay varios factores que explican esta dificultad a la hora de establecer y aplicar límites: No queremos defraudar a nuestros hijos ni frustrarlos, nos preocupa ser considerados autoritarios, no sabemos o no queremos decir que no, queremos evitar el sufrimiento causado en alguna otra ocasión, tenemos miedo al enfrentamiento o la mala reacción del niño, nos da pereza, nos faltan herramientas o intentamos compensar la falta de tiempo con una actitud menos “invasiva”.

Toda esta falta de límites conlleva en muchas ocasiones una menor tolerancia a la frustración por parte de los menores, actitudes más rebeldes, problemas a la hora de relacionarse, falta de responsabilidad y dificultades académicas, entre otras consecuencias. Por ello, establecer normas y límites durante la infancia es esencial para ayudar a los niños a desarrollar habilidades emocionales, sociales y conductuales que les permitan integrarse adecuadamente en la sociedad y manejar desafíos futuros.

Algunos consejos para poner normas, es aplicarlas según la edad.

  • Entre los 2 y 4 años. Establecer hábitos y rutinas. Enseñar qué y cómo lo tienen que hacer. Se les recuerda que se espera de ellos y se les repiten las normas las veces que sean necesarias.
  • Entre los 4 y 6 años. Mantener hábitos y rutinas y establecer limites con las relaciones entre iguales. Reconocer sus logros y emplear recompensas para estimular al niño.
  • Entre los 6 y 12 años. Límites claros y centrados en la conducta a conseguir. Son capaces de comprender las consecuencias de sus acciones, por lo que se pueden establecer en función de los límites que no cumplen.
  • Entre los 12 y 15 años. Negociar las normas y también escuchar lo que tengan que decir los hijos. Normas y consecuencias claras para que los jóvenes tengan conocimiento explícito de hasta donde pueden llegar.

Las consecuencias serán aquellas acciones que se toman, tanto para reforzar una conducta y que se mantenga en el tiempo, como para modificar los comportamientos inadecuados. Las consecuencias positivas no tienen por qué ser materiales, si no que pueden ser verbales. Por ello, es conveniente utilizar la regla de las 3R.

  • Relativas. Coherentes y relacionadas con el comportamiento.
  • Respetuosas. Sin emplear fuerza ni humillación.
  • Razonables.

Tener en cuenta las normas, límites y consecuencias es importante para poder llevar a cabo una parentalidad positiva.

La parentalidad positiva es el comportamiento de los padres y madres, fundamentado en el interés superior del niño, que cuida y desarrolla sus capacidades, no es violento y ofrece reconocimiento y orientación que incluyen el establecimiento de límites que permitan su pleno desarrollo.

No hay fórmulas mágicas y cada niño y niña es único e irrepetible, por ello lo que sirve para uno, no siempre resultará útil con otro. Y aunque no siempre acertemos en las decisiones que tomemos con los niños, es importante saber que no existe un manual y que siempre podremos pedir perdón, asumir el error e intentarlo de una nueva forma. Por ello debemos tener interés en aprender y conocer a nuestros hijos y sus necesidades.

Algunos tips para llevar a cabo dicha acción consiste en:

  • La comunicación y la escucha. Es importante comunicarnos de manera asertiva con nuestros hijos, escuchando sus necesidades y preocupaciones, así como comunicándoles en todo momento lo que queremos de ellos razonándolo.
  • Pasar tiempo de calidad. Realizar actividades de manera conjunta, hablar, ver una película. Estar sentado a su lado mientras se está haciendo otra cosa o con el móvil, no es pasar tiempo de calidad.
  • Somos los mayores referentes de nuestros hijos. Desde que nacen somos las personas con los que más tiempo suelen pasar nuestros hijos, por ello somos los mayores referentes para ellos. Somos los modelos a seguir desde pequeños.
  • Respeto. Comunicarnos siempre desde el respeto y el cariño con ellos y con el resto de los miembros de la familia y el entorno social.

Como ya hemos comentado no hay una fórmula mágica para todos los niños, estos tips pueden acompañar al desarrollo de los niños, si bien es cierto que encontraremos niños con los que será necesario abordar otras estrategias, puesto que no hay dos niños iguales ni dos contextos idénticos. Este enfoque sobre la parentalidad positiva no solo resulta beneficioso para la relación entre padres e hijos, sino que también ayuda al desarrollo integral de los niños y sirve como ayuda en su desarrollo como adultos responsables y emocionalmente estables.

Finalmente, si deseas aprender más sobre cómo establecer normas y límites de manera efectiva para fomentar una parentalidad positiva, o si tienes alguna pregunta sobre cómo aplicar estos consejos en tu día a día, no dudes en ponerte en contacto con la Asociación Nacional de Psicólogos en Acción en España. Puedes hacerlo a través de este enlace o llamando al teléfono 918 26 17 84.

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